2 sept 2012

Corbatas para cada ocasión

La corbata es el hombre que la lleva. Y viceversa. No hay prenda más personal, no hay trajes, ni chalecos, ni zapatos, ni sombreros, ni calcetines que desvelen tanto la personalidad de un hombre como lo hacen las corbatas. Con sólo echarles un vistazo ya se intuye si el sujeto en cuestión es tímido, extrovertido, alegre, conservador, deportivo, sofisticado, o sencillamente aburrido. La elección de la corbata debería satisfacer únicamente a los gustos de su portador, debería reflejar su visión del arte, y de sí mismo. Por ese motivo no hay malas corbatas, sino solamente, hombres mediocres.



- Tell a man you like his cravat and you will see his personality open like a flower. - Oscar Wilde.


A pesar de dichos criterios de cara a la selección de la corbata, no pueden descuidarse unas reglas elementales que se refieren a los usos y funciones de la gran diversidad de estilos que pueblan las tiendas y sastrerías.

En primer lugar, y aunque para muchos hombres gentiles esto será una perogrullada, la corbata no es una prenda exclusivamente formal reservada para actos de ceremonia o para el entorno político-empresarial. A decir verdad estas situaciones, lo único que hacen es denigrarla. La corbata es una prenda versátil y universal que refleja el gusto de su portador por las cosas bellas, bellamente inútiles, hay que añadir. El llevar corbata fuera de los citados entornos es, por esa razón, el espejo de una personalidad inconformista, que puede ver un mundo más allá del utilitarismo mal entendido que gobierna la sociedad moderna.



El escalafón más informal lo ocupa la corbata de seda tricotada. Nada mejor para combinar con suéteres, jerséis, tejanos y zapatos de ante. Se trata de una corbata en la que la seda ha sido (o debería haber sido), tejida a mano, y cuya terminación es recta en lugar de en punta. Ideal para entretiempos.

La corbata de lana es la más práctica para estaciones frías. De tweed para la vida campestre y en especial para climas húmedos. De lana de oveja o cachemira para conjuntos deportivos, con o sin americana, aunque las hay lo suficientemente formales como para poder ser llevadas con traje. Especialmente hermosas son aquellas con terminación en flecos, confieren un aire desenfadado y original.

Las de algodón para la primavera. Las de twill para el verano por su frescura y ligereza. Las de piel, poliéster, o cualquier otro derivado del petróleo, para situaciones en las que no merece la pena llevar corbata.

La máxima formalidad se reserva a las corbatas de seda, aquellas en las que el dibujo forma parte del tejido. Las corbatas con dibujos impresos son más bien para carnavales, músicos de jazz o cómicos.

La mayor o menor formaldiad de las corbatas de seda dependerá del dibujo que contengan. Las más deportivas son las corbatas club, en especial aquellas que incorporan el escudo de la entidad a la que se pertenezca. No se debería caer en la vulgaridad de vestir tales corbatas si no se es miembro o si se desconoce el grupo al que hacen alusión.



A continuación tenemos las corbatas con estampados, a más discretos, más formales. Las corbatas a cuadros son deportivas y por tanto poco serias, pero ofrecen mucho juego. Las siguen las corbatas a rayas sin escudo, nacidas en los regimientos británicos del siglo XIX. Rayas de izquierda a derecha en su versión original, o de derecha a izquierda en su versión americana. Parejas a estas estarían las corbatas a lunares o con motivos discretos, como por ejemplo rombos u otras figuras geométricas. Al contrario de lo que algunos piensan (probablemente los mismos que ni han hecho la prueba), combinan perfectamente con camisas a rayas. De hacerlo, lo único que deberá tenerse en cuenta es que rayas y lunares guarden una proporción. Para acabar, nos quedan las corbatas lisas, muchísimo más formales que las anteriores, y considerablemente más aburridas, cosa que debería compensarse buscando colores sutilmente más vivos, a excepción, claro, del riguroso negro de los entierros, o tejidos más informales, como un cachemir gris en espiga, o una seda más brillante.


No ahondaremos en tipos de nudos ni en calidades de tejidos. En cuanto a forros, baste decir que cuando no son buenos, se nota en el tacto. Si se desean nudos pequeños, habrá que emplear corbatas sin forro alguno o con una ligera entretela de seda. Lo más habitual es el paño, pero sin lugar a dudas lo que ofrece un mejor resultado final es la propia seda de la corbata, plegada un total de siete veces.

Capítulo a parte están los fulares, las ascot ties, corbatas de lazo y plastrones. Tiempo habrá, en otra ocasión, para conocerlos mejor.