3 nov 2011

Notas sobre el Protocolo

Desde el albor de los tiempos el hombre ha ideado y confeccionado toda clase de reglas con el objetivo de establecer una necesaria regulación sobre las interrelaciones que inevitablemente sobrevienen a cualquier individuo habitante de una comunidad. La concepción de dichas normas, sin embargo, no surge de un momento de mística y fortuita inspiración. Antes al contrario, son el fruto de un extenso proceso de elaboración, consciente en mayor o menor medida, pero no por ello menos racional, a lo largo del cual se han ido puliendo e incorporando aspectos conductuales y concernientes a la apariencia, cuyos efectos y utilidad, qué duda cabe, han sido largamente testimoniados.


El protocolo es, por tanto, una de las más antiguas herramientas de comunicación social. El protocolo significa mucho más que un conjunto de normas y prácticas de cortesía. El protocolo son todas aquellas actividades, pautas, comportamientos y ceremonias que contribuyen a una ordenación armoniosa y estética de las relaciones humanas. De hecho es, en gran parte, la clave de bóveda que sustenta nuestra sociedad y a la vez corona su cima de guirnaldas. Sin ese soporte, no habría forma de evitar el desmoronamiento de nuestra cultura. Sencillos actos tales como vestir acorde a la magnitud de un evento, saber besar la mano a una dama, ayudar a un anciano a sentarse, dar y recibir elogios de la forma y en el momento apropiados, respetar un turno de palabra durante un debate, etc. son lo que verdaderamente diferencia la civilización de la barbárie; el orden, del caos, y nos permite avanzar como especie.


Ustedes me juzgarán exagerado, pero imagínense, por un momento, un mundo poblado por siete mil millones de criaturas sociales que no llevaran orden alguno sobre sus acciones, que no se respetaran unos a otros, sino que más bien se aplastaran mútuamente. Un mundo en anarquía total, sin equilibrio. Ahora piensen ¿Cuánto tiempo creen que duraría?

No hablamos de convencionalismos baratos, ni de sumisión, ni de homogeneización, principios éstos frente a los que me muestro contrario. Hablamos de mantener una mínima y básica Ordenación.



No es desconocido por biólogos o naturalistas que los protocolos de conducta social y hasta una cierta ceremoniosidad son cosas hallables, en distintos grados de complejidad, en muchos de los seres vivos que pueblan nuestro planeta. Y no necesariamente hablamos de simios u otros mamíferos. De entre los denominados animales superiores, los hay como las hormigas o, en particular, los himenópteros, que tienen una férrea estructura social y una muy sofisticada forma de comunicación. "La danza de la abeja", sin ir más lejos, supone un modelo de conducta de elevadísima dificultad y gran belleza, que permite a esos diminutos seres comprender a sus semejantes, saber si estos han encontrado alimento y su localización exacta, permitiéndoles sobrevivir.

Los pájaros y sus ceremonias de cortejo son otro magnífico ejemplo. El ave del paraíso hipnotiza a su pareja con su elocuente danza y su plumaje resplandeciente. Otros deben construir un nicho nupcial con una clara y específica finalidad social. Algunos, como el Remiz pendulinus (pájaro moscón, para los profanos) cambian de plumaje durante la época de cría para resultar más atractivos y lograr el objetivo de la seducción. Y no podemos evitar mencionar al espléndido pavo real, que nos abre un auténtico abanico de color en sus meses de celo.


Ha quedado patente, por tanto, que, en todas estas situaciones, buenas razones, evolutivas en este caso, son las que sustentan las citadas prácticas. De no ser así, con seguridad esas especies se verían obligadas a  afrontar retos de envergadura para prevalecer. Ya sin intención de prolongarnos más, y regresando al mundo de los humanos, cabe preguntarse ¿por qué, de ser hasta tal punto relevante el  papel del protocolo en nuestras vidas, se prescinde de él tan a menudo? ¿por qué se contempla su desaparación?


Si bien es cierto que a lo largo de nuestra historia, algunos períodos se han caracterizado por una prominente protocolización (id est, el reinado del rey Pedro IV de Aragón, a quien sus súbditos tuvieron a bien de apodar "El Ceremonioso", o todo el siglo XVIII, durante el cual se alcanza el máximo refinamiento), 'excesiva protocolización' para algunos desde el prisma actual, la cruda realidad es que hoy en día nuestra especie padece una importante regresión consuetudinaria. Se olvidan viejas costumbres como el cortejo y se prefiere una sola noche de sexo con alguien desconocido a quien no se volverá a ver. Se descuida la urbanidad y el respeto, lo cual da lugar a incómodas situaciones  causantes de crispación, se barajan códigos y atuendos, se genera confusión; se pretende cosechar, con mediocridad, distinción; con lo obsceno, naturalidad; con tosquedad, simplifiación; con desorden, diversidad; con ruido, una canción. 


Hablar de protocolo, sea en animales o en hombres, es hablar de hacer el mundo un poco más bello, de adornar hasta el más pequeño intercambio de palabras, de poner un lazo sobre cada sílaba y un brillante sobre cada gesto. Sin ceremonia, sin aderezo, hoy el mundo es un poco más feo, un poco menos digno.

Las formas son importantes, no me cansaré de repetirlo. Las formas... lo cambian todo. Y a quien no me crea le digo "En cierta ocasión, una reverencia le salvó la vida a la reina de Francia".

No hay comentarios:

Publicar un comentario