20 dic 2010

Labor Pedagógica

A mitad del mes pasado tuve la suerte de poder asistir a la primera representación de la ópera Lulú, del austríaco Alban Berg, después de veinticinco años de ausencia en el prestigioso Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Dado que la música es una de mis mayores pasiones, cada cierto tiempo, cuando resurgen en mí inquietudes culturales, me doy el placer de una velada a la que siempre se ha considerado una forma de arte supremo y, por lo tanto, el espectáculo de mayor formalidad por excelencia: la ópera.
 Cartel de la ópera Lulú, de Pierre Boulez
Pero percatarse de que la cruda realidad es muy distinta no es tarea demasiado dificultosa, y es que ocurre que, en mi humilde opinión, tanto las representaciones operísticas como el público han perdido calidad con el devenir de los años y la llegada del siglo XXI. Las primeras, por el bajo valor artístico e intelectual de la puesta en escena y el segundo, por su abrumadora carencia de cultura y conocimiento, tanto musical como de la correcta conducta en sociedad, siendo especialmente notorio en lo que se refiere al código de vestimenta.

De los aproximadamente dos mil espectadores con que contaba el Liceo la tarde de la ya citada representación, ningún caballero, salvo yo, iba de etiqueta, y muy pocas damas lucían vestido largo. Una respetable minoría vestía traje oscuro con bastante acierto. El resto lo conformaban una mezcolanza de ropa informal o trajes con colores claros nada pertinentes para la noche, junto con los últimos modelos de ropa deportiva de marca, tejanos (con y sin agujeros), polos y jerséis de colores.

Dejo al juicio del buen lector la siguiente consideración ¿viste a la altura de la ocasión el público de esta imagen? (fotografía del Colonial Theatre de Boston extraída de www.minghui.tv)

Hace cien años uno podía excusar de vestir etiqueta a la gente con pocos recursos que quería disfrutar de un espectáculo operístico y que, modestamente, se compraba entradas baratas en el gallinero. Era algo hasta digno de encomio que gente humilde, perteneciente a una clase pobre, tuviera también ese interés por la cultura y, por ser una excepción en gente de su condición, cualquier caballero les perdonaría los errores de vestuario, hasta de conducta, sin ningún género de duda.
Hoy en día, con el estado del bienestar y la homogeneización de la sociedad occidental, la situación es totalmente distópica y opuesta a lo que cabía esperar. En lugar de una sociedad con el espíritu de trabajo de las clases bajas y la elegancia, así como el gusto por el arte y la cultura de la vieja nobleza, hemos creado una micro-burguesía low-cost con la pretenciosidad y pereza de las clases altas y el nulo interés epistemológico y ordinariez de las bajas. Tenemos a un grupo de gente, mayoritario, que ignora muchas cosas y que no obstante, es orgullosa, intransigente, snob y sin interés alguno por aprender. Gente que cree que Puccini es una marca de espaguetis y que el esmoquin es sólo para camareros. Gente sin saber estar cuya mala educación excede de lejos la del niño más consentido o la del gamberro más vulgar; maquillada, eso sí, con aires de modernidad.
 
Ejemplo de público esnob (http://kobason.spaces.live.com)

Siendo ésta la situación, no es de extrañar en absoluto que cualquiera que vistiera acertadamente  etiqueta aquella noche, desentonara y se le acusara, cuanto menos, de extravagante. Pues por lo general se desconoce que el vestir elegantemente y acorde con la ocasión es signo de respeto para con quienes nos rodean, sea en la calle, en el escenario o en la platea. Y si, además, la persona de la que hablamos exhibiese conocimientos de ópera más o menos extensos, se le tomaría ya por un chiflado o por un intelectual, dos palabras sinónimas para muchas de estas criaturas.

Puesto que siempre he sido una persona optimista tengo esperanza en que esta situación se puede revertir, aunque haga falta un extraordinario esfuerzo por parte de aquellos que, al igual que monjes medievales, se han hecho custodios de la cultura en una era en que las grandes franquicias y multinacionales dictan desde lo que debe vestirse hasta lo que se debe pensar. Es por eso que mi labor en este blog será principalmente pedagógica, y mis herramientas serán la crítica constructiva y grandes dosis de consejos basados en la experiencia y en algo tan exótico hoy en día como es el raciocinio.

 Toth, dios egipcio del conocimiento, inventor de la escritura y patrón de las artes y las ciencias.

Abordaré principalmente temas de índole cultural y social, dejando asuntos políticos, religiosos y de demás ámbitos a otros articulistas que sin duda los tratarán mejor que yo. Ya para acabar, les anuncio que me he propuesto empezar la semana que viene con la que es ya mi cruzada personal, el Código de Vestimenta o Dresscode, es decir, el uso de la ropa según las circunstancias, una lectura que recomiendo encarecidamente incluso a los más doctos en la materia. Hasta entonces, trabajen, reposen y diviértanse, pero les insto a que también vayan al teatro, lean, vean una buena película clásica, escuchen ópera…en definitiva ¡cultiven su espíritu!


Su Atto. y S.S

El Mariscal


2 comentarios:

  1. Por desgracia en España cada vez más personas pierden el gusto por el vestir, por los buenos modales, por la caballerosidad y por lo selecto.

    No creo que esto vaya a cambiar a corto o medio plazo, ya que la generaciones venideras muestran todavía más degeneración en cualquiera de os aspectos de la vida. Todo esto es el libertinaje, que hoy y siempre pagaremos.

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  2. En mi exposición ya cito, Sr. A.I.R, que el problema no se limita a España, sino a todo occidente, aunque lógicamente el caso que mejor conozco es el de nuestro país.

    Si ya era cierto que la cultura y el conocimiento nunca han sido fenómenos de masas, hoy en día lo es más aún si cabe, porque quienes antaño atesorabam la virtud de la erudición son cada día menos. Y lo mismo ocurre con los buenos modales, las normas básicas de conducta... dado que está íntimamente relacionado con lo anterior.

    ¿El porqué de todo esto? Mi teoría es que principalmente falla la educación. La educación en las escuelas, pero sobretodo, la educación en casa. Pues lo que ocurre es que los padres de han desentendido de enseñar ciertas cosas esenciales a sus hijos, bien porque las consideraban "pasadas de moda" o algo más bien propio de sus padres o abuelos, bien porque creyeron que ya se las enseñarían en el colegio.

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